DOCUMENTOS PASTORAL JUVENIL

domingo, 20 de julio de 2014

LA LLAMADA


La búsqueda de la interioridad se presenta como una respuesta hecha a una llamada...La llamada no resuena en el exterior. Muy al contrario, el ruido lo recubre y tiende a convertirse así en algo más o menos indistinto. Para percibirlo hay que prestar oídos, no el oído que adorna el rostro, sino el oído del corazón, que ha de ser descubierto y educado luego incesantemente a fin de reforzar la finura de su calidad auditiva.
Poco importa el nombre dado a la voz que formula la llamada. Se le puede llamar Dios, Divinidad, Vida, Luz. Es posible concebirla como el grito incansable del grano de mostaza o de arroz del que hablan las tradiciones y que exige ser alimentado. Dios llama, el Si llama... ese grito persigue al hombre independientemente de sus caminos, del error de sus caminos. A veces el grito parece ahogado por las pasiones: las preocupaciones lo cubren y se vuelve discreto. Cuando el hombre sufre y por ese atajo entra en sí mismo, lo percibe como un clamor. La llamada, privada del menor reposo, engendra una abertura; quiere ser percibida y con una infinita paciencia espera, sin cansarse, ser oída. "El Eterno me ha llamado ...Te he llamado antes de que me conocieses" ; "Yahvé me ha llamado desde el seno de mi madre: Pronunció mi nombre".
Escuchar la llamada, ese es el fundamento mismo que asegura el avance. Éste comienza con la audición. Hay que percibir la llamada a fin de responder a ella. De ahí la necesidad del desprendimiento del oído del corazón... Así, el texto bíblico pide que escuchemos constantemente: "Escucha, Israel..."; el tono se hace más insistente y tierno con: "Escucha, hija mía"... . ¿Qué conviene oír, sino un mensaje de amor? . La llamada se convierte así en una llamada al encuentro, a la unión secreta, pues, "la belleza está en el interior" . Así pues, la llamada siempre se formula hacia el interior y se dirige a aquel que la oye. 
La llamada es comparable a un signo. Viene de lejos y sin embargo está cerca, más cerca del hombre que el vestido que lleva, que el collar que adorna el cuello de la mujer o el anillo su dedo. Esa es la paradoja. En esa llamada, el hombre puede creer recibir un signo lejano, y esa lejanía yace en sí mismo, en lo más profundo de su vida interior, "eso que buscas, eso, está cerca y viene ya a tu encuentro" escribirá Holderlin. El consentimiento dado a esa llamada inaugura una vía de regreso hacia el origen. La ruta que desciende y que sube es siempre la misma, decía Heráclito. Así, la llamada no conduce a una vía periférica, conviene simplemente "remontar el camino que se ha descendido."

Comenzar el avance exige arrancarse de la somnolencia siempre latente en el hombre; hay que levantarse y partir:

"Empieza a hablar mi amado,  y me dice:  Levántate, amada mía, hermosa mía, y vente.  Porque, mira, ha pasado ya el invierno, han cesado las lluvias y se han ido. Aparecen flores en la tierra,  el tiempo de las canciones es llegado. (Cant. de los Cant. II, 1 ss)

"El tiempo de las canciones" llega cuando el hombre se levanta y se pone en marcha para remontar el camino que lo conduce a su origen. 
MARIE-MADELEINE DAVY

DECIR SÍ A UNA PRESENCIA


Según San Bernardo: "El hombre es elegido". ¿Elegido por quién? ¿por qué? Yo diría por lo Eterno o también, por su vocación propia, su destino. San Bernardo dirá: "El ser es tomado". El toma aquí un texto bíblico según el cual el hombre es "visto" desde el seno de su madre, amado en el seno de su madre. Es elegido a la vez que tiene la libertad de decir "no". Se puede evocar un texto de Bernardo, concerniente a la Madre Divina. El ángel Gabriel se presenta y le anuncia que va a ser madre. Ella duda. Ella no conoce a nadie. Y la naturaleza entera, las hojas de los arboles, la hierba, las piedras claman: "Di sí, di sí, di sí". Cuando un ser seducido por lo Eterno, es llamado hacia su fondo, todo se tambalea. Este fondo, no puede ser nombrado, no puede ser conocido, no se le ha oído hablar nunca: ni siquiera se tiene una experiencia de ello. ¿Cómo decir sí?. Y si se dice "si", es un "si" que va a ser repetido, no todos los días, sino a cada instante... ¿Sí a qué? A una Presencia. Podría también decir un "si" a algo que ignoro. A algo que nace en mi, crece en mi, se despliega en mi... y que yo no puedo nombrar.
Marie Madeleine Davy